viernes, 3 de junio de 2011

IMPORTANCIA DEL CURSO ESTATAL PARA MI FORMACIÓN CONTINUA

La educación pública es uno de los deberes de todo gobierno ilustrado, y sólo los déspotas y tiranos sostienen la ignorancia de los pueblos para más fácilmente abusar de sus derechos…¿Es posible que se intente deprimir las más bellas disposiciones de la naturaleza y mantener al hombre en una brutal ignorancia, para más fácil esclavizarlo?
Miguel Ramos Arizpe.

Con el pensamiento anterior, Miguel Ramos Arizpe expresaba en su Memoria sobre el estado de las provincias internas de Oriente presentadas a las Cortes de Cádiz, la situación precaria de la instrucción pública en la Nueva España. El estado de dominio español, no sólo provocaba efectos nocivos en las relaciones económicas entre las provincias, también influía de manera considerable en el bagaje cultural al que las castas más desprotegidas, aspiraban durante la Colonia. De este modo, la visión progresista de pensadores ilustrados como él, daban esperanza y abrían horizontes para que la sociedad fuera más justa y gozara de garantías individuales.
Parto de la misma idea planteada por Ramos Arizpe: ¿Es posible que se intente deprimir las más bellas disposiciones de la naturaleza y mantener al hombre en una brutal ignorancia, para más fácil esclavizarlo? Desde mi punto de vista, es posible, pues hemos sido testigos del proceso tan complejo y a la vez contradictorio de la Educación Pública a través de los siglos. El deseo de aprender se ha subestimado y en su lugar, la enseñanza de la Historia bajo un enfoque conductista y memorístico, ha producido huecos curriculares en los niños que cursan la Educación Básica. Aunado a esto, la falta de articulación entre los niveles que la conforman, produjo un sinnúmero de problemas para brindar a los niños una visión panorámica y completa de los procesos históricos que enfrentó el país desde sus orígenes.
En ese orden de ideas, las prácticas docentes contextualizadas y el uso de estrategias y recursos metodológicos sin carácter formativo, ha convertido a la enseñanza de la Historia en una tarea superficial con nula eficacia en la movilización de los conocimientos (conceptuales, procedimentales y actitudinales) que poseen los estudiantes. Y qué decir del sentimiento patriótico que debemos fomentar en los ciudadanos: nos desarrollamos en un mundo complejo donde las sociedades de la información pueden ofrecer oportunidades de construir saberes o bien, generar pérdida de identidades como consecuencia de la multiplicidad de marcos de referencia para interpretar la realidad. La línea entre ambas posibilidades es delgada, sin embargo, la reflexión en, sobre y para la acción viene a ser la punta de lanza para mejorar nuestras competencias docentes.
Ante este panorama, considero que la experimentación de nuevas propuestas metodológicas para la enseñanza de la Historia es imprescindible para favorecer aprendizajes significativos, siempre y cuando, asumamos cinco actitudes básicas: humildad, mente abierta, criticidad, compromiso y creatividad. De nada sirve planificar actividades y propuestas didácticas si denotamos una actitud omnipotente ante el conocimiento histórico. La especificidad de cada contexto y sobre todo, el carácter complejo e incierto de la información, hacen de la enseñanza un intento para que el alumno aprenda. De este modo, el análisis de la práctica docente en situaciones reales y auténticas permite visualizar los procesos de enseñanza y de aprendizaje para generar acciones que permitan enriquecer nuestro saber didáctico.
Ahora bien, ¿Qué sentido tiene compartir experiencias con los docentes en servicio? Desde mi perspectiva, el aprendizaje es un proceso interno que llevamos a cabo de manera personal, sin embargo, es necesaria la interacción entre pares para poner en tela de juicio nuestras concepciones y a partir de esa confrontación, reestructurar nuestros esquemas de pensamiento. El proceso es nada sencillo: comporta distanciamiento crítico, apertura emocional y sobre todo, deseo de aprender. En este sentido, compartir experiencias docentes entre colegas me facilitó explicitar mis saberes y aprender del otro, quien tiene la misma responsabilidad social: educar a las nuevas generaciones.
Después de analizar las temáticas del curso Metodologías para el aprendizaje de Historia y por supuesto, al diseñar de manera progresiva una situación problema, me di cuenta que la enseñanza de esta asignatura ofrece un sinnúmero de oportunidades para que como docentes, pongamos en juego nuestras competencias. La planificación en sí misma, brinda oportunidades para generar ciclos de reflexión en torno al qué, el cómo, el para qué y el cuándo enseñar. Por esta razón, considero que la formación del profesor es un proceso continuo que se nutre del intercambio de experiencias entre docentes, la disposición hacia el aprendizaje, el dominio de los contenidos y la construcción de ambientes lúdicos en los centros escolares de Educación Básica.
Para finalizar, comparto una serie de interrogantes que me generó el tratamiento didáctico del curso:
¿Cómo evaluar las competencias históricas de los estudiantes?
¿De qué manera se puede optimizar el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación para favorecer aprendizajes significativos en los estudiantes?
¿Qué condiciones debería reunir el centro escolar en su conjunto para fortalecer el aprendizaje de los hechos históricos?
¿En qué medida el aprendizaje de la Historia favorece el tratamiento didáctico de los temas transversales a lo largo de la Educación Básica considerando las competencias históricas para cada grado escolar?

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